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El placer de portear, de Iria de Cal.

Comento con mi amiga Alma el lema de la EBW de este año, “El placer de portear”, y nos ponemos a charlar de porteo. Charlamos como amigas y como madres, y ella me habla desde un lugar desde el que yo no creo haberlo hecho nunca.

Me pongo a revisar los post que he escrito sobre porteo, las publicaciones de Facebook e Instagram, los temas de las charlas y talleres que he impartido. Efectivamente, yo siempre he hablado del porteo desde el punto de vista práctico y técnico, nunca desde el emocional.

Alma, en cambio, libre del peso de practicar y difundir “el buen porteo”, oye la frase “el placer de portear” y solo piensa en el deleite de portear por portear, sin ningún otro objetivo. No en que portear le permite hacer otras cosas mientras atiende a su bebé. Simplemente, adora el contacto + la tela, adora el porteo en sí mismo. Y me dice, “Imagina todo lo que nos hubiésemos perdido”.

Alma habla y yo recuerdo esas miradas a un palmo, esos besos con solo inclinar la cabeza, las manitas que salen y te tocan la cara, la cabecita sudada contra el pecho, notar su respiración contra tu cuerpo.

Sí que imagino (y duele hacerlo) todas las caricias, todas las conversaciones, toda la complicidad que nos hubiésemos perdido.

Le pregunto a Alma, ¿qué sientes tú cuando se duermen en el portabebés?

Dice que nota paz, muchísima paz. Que tiene la sensación de que no puede ocurrir nada malo.

Esa fue la sensación más potente de todas para mí: está protegida. Yo la protejo. Pensar en llevarla en un carrito a un metro de mí me hacía sentir una indefensión y una vulnerabilidad horribles, como si me hubiesen desaparecido las costillas y el esternón y mi corazón estuviese expuesto a cualquier peligro.

Seguro que cada una de nosotras sentirá un placer diferente porteando. Yo no tuve un posparto placentero, solo puedo recordar fogonazos de felicidad en medio de una tensión casi constante. Yo nací a la maternidad como quien sale al campo de batalla. Me hice madre en territorio hostil y casi todas mis energías las dediqué a defenderme. A defendernos. Supongo que por eso muchos de esos destellos de placer ocurrieron mientras porteaba. La tela nos protegía a ambas.

Ese sería mi lema: “El placer de portear. El placer de sentirnos a salvo”.

Contaba un padre a Elsa que su mujer estuvo fuera unos días por trabajo. Cuando su hijo se despertaba en mitad de la noche pidiendo teta, su único recurso para calmarle era mochila y a caminar. Así lo hizo cada noche. “La mochila me salvó la vida”. ¿Qué sentía este padre?, la satisfacción, el placer más infinito. El placer de sentirse competente, de poder ayudar a su hijo, de darle un poco de tranquilidad y de seguridad ante la ausencia de mamá.

¿Estáis pensando en cuál sería vuestro placer de portear, vuestra emoción más intensa?

Imagino que algunas no conseguisteis ese placer. La verdad es que muchas veces al principio el porteo no se disfruta. Cuesta cogerle el truquillo a colocar el portabebés, vamos tensas, muy preocupadas de si le estaremos apretando mucho, de si la postura del bebé es correcta, de si  se nos va a caer…

La conversación con Alma empezó muy intensa pero acabó tan mundana como siempre. La verdad es que en el porteo, como en el sexo, el placer no siempre aparece la primera vez…